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sábado

TE DIJERON QUE FUE ASI...PERO FUE ASÍ



                LA HOGUERA DE LAS VANIDADES                         


 
La quema de libros ya sea por ignorancia política, intolerancia religiosa o cualquier otra estúpida causa siempre es un acto  bochornoso que envilece a toda la especie humana, pero si además hablamos de la destrucción de la mayor reserva de conocimiento del mundo antiguo, y las terribles consecuencias que para Occidente en particular, y para el mundo en general tuvo la perdida de la Biblioteca de Alejandría, creo que podemos asegurar sin exagerar que estamos ante uno de los hechos más trágicos de la historia de la humanidad.
Para que os hagáis una idea algunos historiadores consideran que la perdida del conocimiento que la Biblioteca albergaba, y de su centro de recopilación e investigación, pudo suponer un retraso de mil años de progreso.
Quizá esta visión es algo exagerada, pero merece la pena saber lo que se pudo perder y lo que debía albergar, e imaginar por un momento que hubiese ocurrido si no se producen los acontecimientos que la llevaron a su destrucción. No voy a entrar en detalles sobre lo que fue, y significó la Biblioteca de Alejandría puesto que se merece un reportaje más detallado en otra sección, simplemente a modo de recordatorio os diré que en su momento de mayor esplendor llegó a poseer más de 900. 000 volúmenes de las más variadas ciencias guardando la sabiduría de casi todos los rincones del mundo conocido, así como el primer centro de conocimiento del Planeta.
Ciertamente el primer edificio que sirvió de residencia para la biblioteca, dentro del famoso Museo del palacio Ptolemaico parece que se destruyó por el incendio ocasionado en la batalla cerca del puerto entre Roma y Egipto sobre el 48 a. C  que supuso un clima de caos y destrucción que invadió toda la ciudad.
Sin embargo si el fin del primer edificio de la Biblioteca alejandrina fue triste, aun peor es lo que ocurrió con el nuevo reasentamiento elegido, un antiguo templo erigido años antes en honor del Dios Serapis.
En el año 391 d. C el fanático patriarca de Alejandría Teofilo, enarbolando la bandera de la ignorancia y la intolerancia religiosa, arengó a una multitud de cristianos extremistas, analfabetos y supersticiosos, que difícilmente podían conocer lo que se cocía dentro de los muros de la biblioteca, con el fin de destruirla  en nombre del Dios.
En su particular cruzada contra “el paganismo”, levantó una enorme hoguera que avivó con cientos de libros, algunos de ellos obras de arte de la ciencia y la cultura griega y oriental, que se han perdido irremediablemente, y destruyó el Serapeo, izando sobre sus ruinas  un templo cristiano.
Debido a la multitud de obras que poseía en sus entrañas es lógico pensar que sus simpatizantes consiguieran proteger el mayor número de libros posibles de las llamas de la barbarie, e incluso ocultaran la tumba del Gran Alejandro que aún no ha podido ser encontrada.
 Hasta aquí la Historia tal y como se produjo. Ahora os relataremos una anécdota que con el paso de los años se ha convertido en la verdad incuestionable acerca de la causa que destruyó la Biblioteca Alejandrina :
Cuando las huestes del Califa Omar entran en la ciudad egipcia en el año 640, su comandante Amr ibn Al Ass, le habló de la famosa Biblioteca y  cuenta la leyenda, en otra demostración más de ignorancia que el Califa Omar mandó quemar aquellos libros puesto que todo lo que no contiene las reglas establecidas en el Coran no son necesarios.
Esta anécdota, que bien pudo ser cierta, aunque no posee demasiado rigor histórico, puesto que aparece por primera vez seis o siete siglos después de que los árabes conquistaran Egipto, es lo que ha provocado que muchos siglos después de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría siga acusándose a los árabes como los auténticos culpables
Ciertamente con los sucesos que acaecieron siglos después entre Europa y el mundo árabe, parecía una gran oportunidad de imponerles uno de los mayores errores históricos de la Humanidad.
Pero lo cierto es que si realmente se produjo esa conversación entre el Califa Omar y su comandante, poco debía quedar ya de la Biblioteca, quien sabe quizá algún reducto que consiguió salvarse de la quema, o alguna copia, que se hiciera de los originales.
Porque la realidad histórica es que cuando los árabes entran en Alejandría la segunda Biblioteca había desaparecido tres siglos antes a manos de otro intolerante religioso, pero en este caso cristiano.
No queremos con ello “santificar” a unos y condenar a otros por ser cristianos o musulmanes no debemos caer en el error en el que los seguidores extremistas de estas y otras religiones caen constantemente con las irreparables consecuencias que esto produce. Lo único que exigimos es la revisión de la Historia para dar a cada cual lo que se merece, y para impedir que la intolerancia religiosa  vuelva a apropiarse de la Ciencia y el Conocimiento, materias objetivas, que nunca pueden ser juzgadas por las limitaciones de una creencia puramente subjetiva.


                                                 
                                         Mi nombre no me define.    

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